martes, 7 de abril de 2009

El alma en la ergástula

Estoy recostado. Frente a mí tengo el viejo gobelino de casa de mi bisabuelo, con sus náyades bailando en los manantiales y tocando sus siringas, mientras Pan las observa. El recuerdo de aquella vieja casa y su pasajes secretos, ocupan mi mente en su totalidad. Pero la cama es en extremo suave y junto a mí, la copa está vacía. Ambas me incomodan.
De súbito, apareces en un rincón. No sé si has estado ahí toda la tarde o si entraste hace poco, pero te hago señas para que te aproximes, embelesado en la perfecta simetría de tu cuerpo. Tú no me miras a los ojos, pero te acercas y me llenas la copa con dulce vino. Bebo todo de un trago y estiro el brazo para que me sirvas de nuevo.
El falerno es exquisito, limpio y vigoroso. Sus sabores predominantes son las frutas y las maderas, pero hay un cierto olor a cuero húmedo. Trato de ver la botella, pero en tus manos sólo hay una vasija que lo contiene. La blancura de tus brazos me fascina.
Me incorporo para mirarte la cara, pero te vuelves. Entonces me levanto y te tomo del rostro jalándolo hacía mí, apretando tus mejillas. Sólo así me miras. Te beso a la fuerza como siempre, y te resistes otra vez para ceder poco a poco.
De acuerdo con la definición de “SVMMA DAEMONIACA”, he empezado a sospecharte como un demonio, ya que no te agobia la gula o la lujuria, te mantienes firme en tu imprudencia y te rebelas frecuentemente contra mí, tu amo y señor.
Te quito el vestido con urgencia, con esa locura que me impide saber bien que estoy haciendo, y en el forcejeo me das la espalda. En ella encuentro cardenales varios, mordidas que te han sangrado; pero esta vez no te morderé…
Sé que no me amas por entero y que tu cariño es solo parcial: una parte de mi cuerpo, una parte de mi alma (yo también me sorprendo de tenerla) y nada de mi mente. Y yo te odio por no amarme.

Te hago mía, mientras la luna se asoma e ilumina nuestros cuerpos. Te pongo de espaldas al mundo y de cara al amor, mientras tu cuerpo se agita y se revuelve. El ruido de los muslos chocando se opaca con tus gemidos y mis gruñidos. Justo cuando creo que voy a llegar, huyes y te pones de espaldas. Y por primera vez me pides que te penetre.

Las náyades nos miran y empiezan a besarse, Pan se masturba con los juncos. El vino empieza a mugir y el libro SVMMA se abre en la página de exorcismos. Tu sexo delicioso, amor, lo adivino tan antiguo como sagrado. Cubro entonces tu hermoso rostro de besos. Me vuelves loco, literalmente, porque me interrumpes de nuevo.
.- ¡Basta! ¿Por qué no puede ser siempre así?
.- ¡Cállate! ¡Tú eres mía!
.- Aunque sea tuya, no puedes tratarme así. Te ordeno que despiertes.
De acuerdo con la definición de “SVMMA DAEMONIACA”, he empezado a sospecharte como un demonio. Eres un soplo, un hálito. Un sueño sin nombre que mantiene mi alma en la ergástula. Y que me hace dormir con sobresalto y despertar sin haber descansado.